La labor del voluntariado REDMADRE -como tantas otras labores solidarias- ayuda a mejorar el conjunto de nuestra sociedad pues crea -en el entramado más íntimo de las relaciones humanas- focos de generosidad y preocupación por los demás y despierta en las personas una mirada de amor al otro, es decir, humaniza nuestro ecosistema.

Vivimos en el primer mundo decadente un proceso general de despersonalización, de individualismo, de mercantilización de las relaciones humanas, de insolidaridad creciente más allá del emotivismo circunstancial ante la tragedia lejana que nos conmueve a través de la televisión y las redes sociales generando un afán de colaborar que dura tanto como la noticia. En 24 o 48 horas nos olvidamos de la tragedia que ayer nos conmovió, sea un terremoto, un atentado terrorista o la imagen del cadáver de un niño en una playa mediterránea. Es más, cuanto más frecuentes son esas imágenes, menos nos van afectando… y más pronto pasamos  a otra cosa.

Por contra, la disponibilidad para el otro -en nuestro caso para la mujer embarazada- de forma constante y perseverante en el tiempo genera estructuras de solidaridad que van calando hondo y dejando huella en la configuración de la sociedad en general. Una consecuencia del voluntariado REDMADRE que va más allá de la atención concreta a una persona, es este ir dejando el poso permanente de un hábito de pensar en los demás, de no mirar para otro lado ante las necesidades ajenas, de solidaridad activa convertida en hábito o actitud personal. Esto tiene un inmenso valor humanizador.

Preocupándonos por las personas que atendemos en REDMADRE, estamos generando ondas de humanidad que permearán a la sociedad en su conjunto, ondas buenas cuyos efectos no conoceremos nunca ni podremos cuantificar… pero que son estupendos más allá de las fronteras de nuestra concreta labor.

¡Mucho ánimo!