A lo largo de la historia la humanidad ha sido capaz de ver como normal las mayores barbaridades que atentan contra la evidencia científica más elemental y el sentido ético más primario: ahí están la esclavitud, la tortura, el circo romano, el gulag, la roca Tarpeya, los khmer rojos camboyanos, Auschwitz, el aborto, etc., para demostrarlo.
Pero también la historia de la humanidad demuestra que todas esas barbaridades pueden ser superadas si minorías, lúcidas y valientes, ponen de manifiesto, con constancia, la verdad de las cosas y no renuncian a hacer el bien que está en sus manos a pesar de las risas y desprecios de los poderosos de cada época, de la incomprensión de los que se dejan arrastrar por las modas culturales y la indiferencia de los eternamente acomodados.
En cada época los contemporáneos se escandalizan ante las barbaridades de las épocas precedentes, mientras son ciegos para la barbaridad de su tiempo. La barbaridad de nuestra época es el aborto banalizado y normalizado, legalizado por el poder y bendecido por el pensamiento dominante. Las víctimas son los niños que no llegan a nacer, las mujeres que se ven abandonadas por una sociedad que les ofrece el aborto como gozosa y positiva forma de arreglar sus problemas y toda la sociedad que se acostumbra a la violencia.
Son minorías responsables las que ponen en marcha dinámicas creativas que generan olas que, con el tiempo, humanizan la sociedad con su expansión paulatina. Los frutos del trabajo de esas minorías los recogen siempre otros y después? pero son los frutos del trabajo silencioso y no reconocido de esas minorías que ponen la ola en marcha. Ola que al principio parece pequeña ondulación y que puede aparentar tener poco recorrido, pero que, cuando es impulsada por ideales nobles y valiosos, acaba convirtiéndose en marea incontenible.
REDMADRE es hoy una de esas olas llamada a ser marea de vida de eficacia general y universal.