Sigue habiendo esperanza para la vida. Y esa esperanza radica en ti y en mí pues tenemos en nuestras manos hacer por nuestra cuenta lo que muchos gobernantes y parlamentarios ya no quieren hacer: apoyar a la mujer embarazada y su derecho a que se remuevan los obstáculos para su maternidad y considerar responsabilidad nuestra que todo embarazo a nuestro alrededor culmine en un feliz parto. Que el Estado no quiera apoyarnos mermará la eficacia y extensión de nuestro esfuerzo, pero no anula sino que acrece nuestra obligación de ser garantes de que ninguna embarazada en el entorno en que nos movemos se encuentre sola ante sus problemas.
Todos ?jóvenes y mayores, sanos y enfermos, sabios e iletrados- podemos generar cultura de la vida a nuestro alrededor y ayudar a las mujeres embarazadas con dificultades en nuestro entorno. Todos podemos, por ejemplo, poner al servicio de la defensa de la vida el poder de la palabra, hablando bien de la vida y la maternidad y eso con ocasión y sin ella, en todas las oportunidades. No podemos permitir que caiga un muro de silencio sobre el drama del aborto a nuestro alrededor, como no podemos permitir que ninguna embarazada se sienta sola ante sus problemas si está cerca de nosotros.
Todos podemos ser testigos con nuestra vida de que la vida merece la pena. Todos podemos generar en nuestro interior una mirada redmadre, es decir, una mirada despierta de preocupación solidaria con las mujeres embarazadas de nuestro entorno y podemos expresar disponibilidad para ayudar.
Todos podemos echar una mano a alguna de las asociaciones que cuidan de la vida y la mujer embarazada. Con nuestro dinero, con nuestro tiempo, prestando servicios de voluntariado?, podemos ayudar a crear una urdimbre social de respeto y compromiso con la vida. Es la hora de la responsabilidad. No basta con quejarse de lo que otros ?los políticos, por ejemplo- no hacen; hay que ponerse manos a la obra. Existe un ?poder de los sin poder? (Vaclav Havel) que puede hacer revoluciones: cuando muchas personas aparentemente irrelevantes se ponen en la vida ordinaria y por todos los rincones a hacer algo bueno, pueden transformar el mundo si tienen convicciones claras y tenaces. Hay muchos ejemplos en la historia.
Todos podemos y debemos remover los corazones y las conciencias de los más cercanos, generando así ondas como las que crea la piedra arrojada al lago. Si así lo hacemos tú y yo y aquel y el otro, -sin obsesionarse por los resultados inmediatos- se irá preparando una verdadera revolución cultural, que es lo que nuestra época necesita en materia de defensa de la vida.