¿Va España hacia el suicidio demográfico? La crisis de la natalidad. Intervención de Alejandro Macarrón Larumbe, Director Fundación Renacimiento Demográfico.
Introducción:
Muchas gracias a los presentes en la sala por acudir a esta sesión sobre un problema de enorme envergadura para nuestra sociedad, aJoaquín Leguina y Alberto Ruiz Gallardón por dar contenido y continente a este acto, y a Jaime Mayor Oreja y la Fundación Valores y Sociedad que preside, por auspiciarlo, con especial mención también en esta Fundación al profesor Francisco José Contreras (?Curro? para sus amigos, que somos legión), que ha trabajado mucho y muy bien para que esta sesión se celebre, además de María Luengo y Pilar García de la Cuadra, que han dedicado muchas horas a organizarlo.
Bienvenidos a un acto que, de entrada, tiene un gran defecto: se celebra con 25 ? 30 años de retraso. La natalidad en España, allá por 1985 ? 1990 ya había caído muchísimo, y seguía desplomándose. Pero, que yo sepa, esta sesión es la primera que se celebra en Españasobre este importantísimo asunto, protagonizada por personalidades públicas / políticas de muy alto fuste, como Alberto Ruiz-Gallardón y Joaquín Leguina, y auspiciada por otro ?peso pesado? de la política nacional en los últimos 30 años, Jaime Mayor. Y esto es algo increíble, porque el problema de la baja natalidad es tan grave que, de no corregirse, nos llevaría a la extinción, pasando por un largo período de continua decadencia económica, política y social.
- El acto comenzará por una exposición mía sobre este asunto (qué es, por qué ocurre, y qué posibles soluciones tiene), de unos 15 minutos. Tras ello, hablarán otro tanto dos personas que no necesitan presentación, pero sobre las que quiero recalcar algunas cosas: una altura intelectual y una independencia respecto de los aparatos de sus partidos muy por encima de la media de los políticos importantes.
- Joaquín Leguina, estadístico y demógrafo, es autor de no menos de una veintena de libros de enjundia, y algunos de muy buena venta. Debo agradecerle lo mucho que me ha enseñado sobre demografía, y el valiosísimo apoyo que me ha prestado en los esfuerzos de la fundación que dirijo, Renacimiento Demográfico, en la difusión del problema demográfico. Y Alberto Ruiz-Gallardón, hombre asimismo de inteligencia y bagaje intelectual superlativos, ha sido en la política española el verso suelto por antonomasia. Es decir, un hombre libre (por cierto, que también Joaquín poetiza bastante suelto en los últimos años). A ambos, muchísimas gracias.
Ideas clave:
- España, toda Europa y medio mundo tienen una fecundidad inferior a la necesaria para el relevo generacional (aprox. 2,1 hijos por mujer en los países desarrollados). La baja natalidad y una esperanza de vida muy elevada, y creciente, conducen a una población autóctona cada vez más envejecida, que tiende a menguar y, a término, a desaparecer: es el denominado ?invierno demográfico? o ?suicidio demográfico?.
- Este fenómeno es especialmente intenso en España, Alemania, Italia, Japón, o la Europa oriental. En realidad, es una pauta generalizada: muchos más países -casi todos- tienden a un escenario demográfico parecido a medio y largo plazo. Este escenario demográfico no tiene precedentes históricos, lo que dificulta el entendimiento de sus causas, implicaciones y soluciones. Pero tiene una pinta entre mala y muy mala para el bienestar social.
- Con el invierno demográfico, no sólo las pensiones estarían en riesgo. Además del fardo creciente que esto supone para el Estado (el contribuyente) en jubilaciones, sanidad y dependencia, si hay menos gente, y la que queda es cada vez más añosa en promedio, la economía en su conjunto estaría estructuralmente lastrada:menos consumo, inversión, innovación y emprendimiento; fuerza laboral menguante y envejecida; desvalorización continua de propiedades y activos dependientes de la demografía (como las casas, que siguen siendo la hucha de los españoles. ¿qué tienden a valer las casas de una aldea que va quedando sin gente?).
- Ya la actual crisis económica ha sido en parte causada por el envejecimiento de la población occidental, según reputados analistas (el declive demográfico autóctono habría sido, según ellos, uno de los impulsores los bajísimos tipos de interés de la década pasada, los cuales engendraron las burbujas inmobiliarias y de otros activos, y más tarde, al explotar éstas en 2007-2008, la gran crisis subsiguiente). Y ha contribuido a su gran duración y profundidad. En España, con un PIB clavado en aproximadamente un billón y pico de euros desde 2007-2008, el Estado gastó en 2014 unos 35.000 millones de euros más en pensiones que en 2007. El incremento acumulado de la deuda pública desde entonces, por el mayor gasto en pensiones supone un 25% de los 600.000 millones largos de euros de deuda pública adicional del Reino de España respecto de los niveles de 2007. Y si el gasto en pensiones fuera el de 2007, como fue en 2014 aprox. el PIB de España, el déficit público en 2014 habría sido de sólo el 2% del PIB, y no del 5,8% como realmente fue.
- Pero más allá de la economía, el invierno-suicidio demográfico plantea otras amenazas muy graves. En el plano político, la democracia podría verse desnaturalizada y convertida en gerontocracia. En el plano personal, lavida afectiva mermada, por ser las familias muy cortas, sin apenas hijos, hermanos, primos, tíos, sobrinos. Y en el contexto mundial, España y Europa tienden a la irrelevancia, porque su peso demográfico se reduce al tiempo que los países muy poblados y otrora subdesarrollados se acercan a nosotros en productividad. Es un problema potencialmente mucho más grave e inmediato de lo que la gran mayoría de la gente piensa.
- No obstante, si me permiten un punto de demagogia sarcástica, el suicidio demográfico también tendría sus ventajas: solucionaría el paro, la corrupción, la delincuencia, etc. En los cementerios no hay nada de eso. ¿Será esa la razón de que nuestras autoridades lo combatan tan poco? No es del todo broma: hay grandes expertos oficiales en pensiones en España que desaconsejan incentivar la natalidad porque, como me dijo uno de ellos, ?cada nuevo niños será en el futuro un pensionista adicional? (sic).
- Con la natalidad del último tercio de siglo, cada nueva generación es un 40% más reducida que la anterior. Esto significa que por cada 100 adultos jóvenes de hoy ?por ejemplo, de 18 a 35 años-, en unos 30 años o poco más habrá sólo 60, en dos tercios de siglo habrá 36, en un siglo serán 22, y en dos siglos, 5. Y el conjunto de la población, con algunas décadas de retraso, y salvo aflujos continuos y masivos de inmigrantes extranjeros, menguaría a ritmo parecido.
- Desde el siglo XVIII, con la cuarta o la quinta parte de la población actual, no nacían tan pocos españoles. El pueblo español envejece unos 2,5 años por década, en un 75% por la menor natalidad, y sólo el otro 25% por el crecimiento de la longevidad. El INE prevé que en 2064, el 21% de la población española tenga 80 añoso más (6% ahora, y 2% al comienzo del reinado de D. Juan Carlos I), y un 8% tendría 90 años o más (0,9% ahora).
- La demografía ha pasado de motor de nuestra economía y sociedad, a carcoma, cosa que no cabe ignorar y a la que es preciso adaptarse, pero a la que más vale que no nos resignemos como inevitable. Por más reformas que se hagan, el déficit de nacimientos en países como España es tan elevado, que sin más niños y jóvenes, difícilmente se logrará algo más que administrar mejor la penuria.
Por qué tenemos ahora tan pocos hijos? Hay múltiples causas, que cabe agrupar en dos grandes bloques:
- Descenso radical de la mortalidad infantil y juvenil. Antes, morían antes de llegar a adultos el 50% o más de los niños (en 1880, la mitad de los españoles morían antes de cumplir los 12 años). Ahora, el 50% de los que nacen vivirán 85 años o más, y apenas un 1% no llegará a cumplir 30 años.
- Diversos aspectos anti-natalidad del modelo de sociedad contemporáneo: la menor necesidad percibida de tener hijos en una sociedad urbana, con un Estado de bienestar que nos atiende en la vejez; el retraso en la edad de tener el primer hijo; el nuevo papel de la mujer en la vida económica; la inestabilidad familiar; los valores sociales actuales, entre los que tener hijos es poco prioritario; el acomodamiento por la prosperidad alcanzada en el último siglo; la gran disponibilidad de sistemas contraceptivos; el descenso de la religiosidad y el patriotismo; etc.
- Paradójicamente, hay razones de peso que deberían impulsar a que tuviéramos MÁS hijos que antaño: la cuasi nula mortalidad maternal actual, antaño tan frecuente; la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación y la sanidad, que ofrecen a cualquier nuevo español posibilidades de ascenso social nunca antes vistas; la implicación de los padres (varones) en la crianza de los hijos, mucho mayor que antaño.
¿Por qué el invierno demográfico ha sido mayormente ignorado hasta ahora en la agenda pública, pese a su gravedad? Principalmente por las siguientes causas:
- El miedo a la superpoblación ?hace 40 años, la población mundial se duplicaba cada 30 a 35 años- y, más recientemente, a la huella ecológica del ser humano.
- La inacción de los políticos y la generalidad de los intelectuales, por varias razones:
- Es un problema de largo plazo, tanto en sus efectos como en sus soluciones, y la política actual es cortoplacista, al haber elecciones cada muy pocos años.
- El fuerte peso en la sociedad moderna de ideologías que son más bien anti-natalidad y contrarias a la familia tradicional, prolija en descendientes.
- El temor a incomodar al amplio y creciente sector del electorado que no ha tenido hijos (o sólo uno), o pudiendo todavía por edad, no quiere tenerlos.
- La percepción de muchos de que el descenso de la natalidad es irreversible, que es algo ante lo que no cabe hacer nada.
¿Qué puede hacer la sociedad española para afrontar y combatir el invierno demográfico? Nadie lo sabe con certeza, pues ningún país lo ha logrado del todo, aunque algunos como Francia o Suecia hayan logrado éxitos apreciables en la recuperación de tasas razonables de natalidad. Pero sí parece claro que:
- Hay que dejar de ignorarlo, y ponerlo en primer plano de la agenda social / nacional / académica. Hasta hoy, es el problema de gran magnitud más desatendido que afronta España.
- Hay que adaptarse a él por lo que ya tiene de inevitable. Aunque mañana repunte con fuerza la natalidad, los niños adicionales que nazcan no serán productivos hasta dentro de 25 años. El invierno demográfico aconseja reformas similares a las de la crisis económica, dirigidas a incrementar la productividad de las empresas y eliminar el despilfarro en el gasto público.
- Y sobre todo, hay que fomentar el rejuvenecimiento de la población con políticas de estímulo de la natalidad y de inmigración bien gestionada.
En concreto, sería muy conveniente:
- Sensibilizar a la población y las élites de la enorme gravedad potencial del problema, para crear un clima general pro-natalidad que facilite la toma de medidas en su favor, y que se ayude a los padres en todos los ámbitos, tanto público como privado.
- Estudiar con rigor científico y sin concesiones a prejuicios ideológicos o intereses partidistas las causas, consecuencias y posibles soluciones del invierno demográfico.
- Desde el sector público, aliviar / compensar a los padres, por la vía fiscal, de pensiones y precios de prestaciones públicas, de una parte muy apreciable de lo que cuesta criar un hijo, y revisar las políticas y leyes de facilitación de la contracepción y la no-estabilidad familiar. Estas políticas deberán tener un énfasis en las madres, pero no exclusivo ?como algunos proponen-, ya que los padres, más allá del embarazo / parto / lactancia materna, también cuentan y aportan en materia de hijos, y mucho. Y tampoco deberán centrarse sólo en las mujeres que trabajan fuera del hogar, porque las no catalogadas como ?población económicamente activa? por el INE, aunque minoritarias (aprox. 1/6 de las mujeres en edad fértil y post-universitaria en España), aportan un 25% del total de nacimientos en España, y tienen un tasa de fecundidad sensiblemente superior a las incorporadas al mundo laboral.
- Adelantar la edad a la que se tiene el primer hijo, mediante una combinación de sensibilización de los adultos jóvenes y acortamiento en 1 ? 3 años en promedio del largo ciclo educativo desde la infancia hasta el término de los estudios superiores.