Rajoy ha decidido abandonar su compromiso con la reforma de la Ley del aborto. Corresponde ahora a nosotros, a la sociedad civil, demostrar que nosotros no renunciamos a derogar esa ley y sustituirla por una comprometida con la vida y la maternidad: para ello resulta imprescindible que se vea de forma incontestable el próximo 22 de noviembre, que somos millones los españoles que no estamos dispuestos a renunciar a la abolición del aborto.
La manifestación del 22-N no es una manifestación más: de ella dependerá que la lucha por la vida siga viva en el debate público español o que desaparezca de este para mucho tiempo. Por eso no hay escusa para no ir a esa manifestación, suponga el esfuerzo que suponga, y cueste lo que cueste.
Hay momentos en la vida de las naciones en que ciudadanos responsables pueden con un gesto determinar la calidad moral de una sociedad. Este es uno de esos momentos. Las generaciones futuras nos preguntarán a cada uno de nosotros que hicimos en estos días, si fuimos capaces de dar la cara por lo que merece la pena o si nos venció la pereza, la comodidad, el egoísmo, o la desesperanza.
Es la hora de los ciudadanos normales, de los que no tenemos ningún poder; pero que todos juntos podemos cambiar el futuro.
No sólo tenemos cada uno que proponernos en firme asistir a la manifestación del 22-N sino que tenemos desde ya que empezar a trabajar para arrastrar a muchos de nuestro entorno a dar la cara por la vida ese día en las calles de Madrid.