Niebla, mucha niebla al atravesar la Mancha de madrugada. Todavía faltaban algunos minutos para que nos alcanzaran los primeros rayos de sol. Habíamos partido de Murcia muy temprano: a las 5:30 trece autobusés dejaban la capital y otros tres lo hacían desde Cartagena, Cieza y Yecla. Valientes murcianos de toda edad y condición a los que nos les importaba pasar frío y padecer cansancio e incomodidades. Un viaje de ida y vuelta en el mismo día, de locos, para gritar alto y claro que ¡cada vida importa! En Madrid, en la manifestación, ni una reprobación ni un gesto agrio para las decenas de miles de mujeres que cada año se ven abocadas a abortar en nuestro país. Para ellas todo nuestro calor y apoyo. Y para las que se ven en puertas de pasar por este terrible trance una gran mano tendida, para que nunca estén solas, para que puedan encontrar caminos de vida y no de muerte.

En nuestro camino hacia Madrid, la niebla se disipó al poco de salir el sol como esperamos que pronto se disipe la niebla que cubre como un pesado velo las conciencias de tantos de nuestros contemporáneos. Y sí, hay esperanza. Entre los asistentes muchos, muchísimos jóvenes. Ellos son nuestra esperanza.