Otro año más las estadísticas nos informan de que mueren más personas de las que nacen, por lo que España pierde habitantes a un ritmo rápido y único en su historia. La noticia es para preocuparse, pero nos quedamos tan contentos, pensando que no es nuestro problema, sin ser conscientes del drama de la situación: un país con menos población y envejecido que debe afrontar problemas muy complejos y de difícil solución. Nos va a afectar a todos los ciudadanos y va a provocar un cambio radical en la gestión de los recursos públicos, en el estado del bienestar, en los cuidados a las personas y en la calidad de vida. En resumen, todos vamos a sufrir las consecuencias de lo que Alejandro Macarrón llama el ?suicidio demográfico?.
Al mismo tiempo que nacen pocos niños ocurre la gran paradoja de que a las mujeres que se quedan embarazadas (cada vez menos porcentaje de las de edad fértil) no se les apoya como debería, a pesar de que aportan un bien precioso a la sociedad, un bien escaso y de incalculable valor: aportan un nuevo ser humano, una persona, un ciudadano.
En Fundación REDMADRE conocemos de primera mano las dificultades que muchas mujeres atraviesan en su embarazo y cómo la sociedad no es consciente de la necesidad de cuidar a estas heroínas que, incluso en situaciones muy complejas, llevan a término la gestación. Es un deber apoyar a las personas vulnerables (algunas embarazadas lo son) y es también un deber de esta generación preocuparse por los efectos que nuestras actitudes respecto a la maternidad tendrán en nosotros y en las próximas generaciones.