Me quedé embarazada sin querer, como tantas. La lógica me decía que no tenía sentido tenerlo, que debía abortar: solo llevaba un par de meses con mi pareja, no tenía trabajo fijo. No era el momento. Eso repetía él: «No es el momento. Aborta«, me decía. «Es un favor que le haces a ese niño». Y no es que no estuviese de acuerdo con que no era el momento ideal, pero ¡qué burrada! ¿Qué favor ni qué leches?
Yo sentía a ese niño dentro de mí, ¿cómo podía matarlo? La vida viene cuando viene, si la situación no es ideal, pues no lo es, pero se sale adelante. No puede uno esperar tener la casa, el coche, la pareja ideal desde hace años, no siempre se puede planear así. No señor, yo tendría a mi hijo, le querría. Ya le quería. Le tendría, le daría la vida. Cuando me había hecho a la idea de esto, en la eco de las 12 semanas su corazón no latía. Creo que todavía hoy sueño con esas palabras: No hay latido. Aliviado, mi pareja no quiso que volviéramos a hablar del tema. Yo aún estoy traumatizada. Lo perdí. Nunca le conocí. Mi alma se partió en dos, me enfadé conmigo, con el mundo y con Dios. Mi niño nunca nació y yo me quedé como una concha vacía. Triste y enfadada. Es como si muriera una parte de ti. Aunque los médicos me insistieron que no fue culpa mía, no hago más que sentirme culpable. Solo de pensar que tuve que plantearme abortar al principio… No quiero imaginarme si hubiera abortado queriendo, adrede. Dios mío, no quiero imaginarlo siquiera. Sé que no hay apoyo gubernamental, que te hacen pensar que abortar es la mejor «solución», pero no es solución de NADA. No dejes que nadie te convenza de que «necesitas» abortar. Por desgracia, solo sabrás del dolor y el arrepentimiento, de las pesadillas y la tristeza, si lo tienes y lo pierdes, ya sea por aborto voluntario o involuntario. Así que si puedes elegir, yo digo que la mejor elección es no pasar por eso, no perderlo nunca. Abrazarlo cuando nazca, conocerlo, ver su carita. No hay mayor regalo.
Un saludo.
Lola